CONTRABAJO CON TRABAJO

Edicson Ruiz, aunque no se considera a si mismo un virtuoso del contrabajo, lo es según la crítica especializada. En una amena conversación, Edicson Ruiz compartió su lado humano dentro del regio mundo de la música académica.

Por SARA KAFROUNI

Desde la caseta de vigilancia en la entrada del Centro de Acción Social por la Música hasta por los pasillos del recinto, todos le dirigían un afable saludo al joven maestro Edicson Ruiz, quien llegó a la cita pautada con puntualidad alemana, con la felicidad que lo caracteriza proyectada en una sonrisa, y con un hablar suave y pausado.

Edicson Lermit Ruíz Derruelles, músico excelso del contrabajo, famoso en Europa por su efervescencia e histrionismo con el instrumento, nació en Caracas el 11 de mayo de 1985 y culminó bachillerato en el Liceo Ávila ubicado en La Hoyada, paradógicamente en la mención Ciencias.

Su dedicada madre lo hizo probar muchas disciplinas, así Edicson Ruiz pasó por karate, cerámica, béisbol, coros, flauta dulce, y viola, hasta que la refracción y opacidad del sonido del contrabajo lo sedujeron y terminaron abrigando su pasión. Tuve como seis clases de flauta dulce; de la viola una clase y no me gustó nada, se le salían las partes al instrumento. Cuando iba a afinar la clavija, en los violines, las violas y los chelos, ellas van es a presión, y entonces se salían y nunca lograba dejarlas fijas y para un niño que nunca ha agarrado un instrumento eso es un trauma, es frustrante. En el ensayo general, los niños teníamos que llevar palitos de madera para aprender la postura porque todavía no estaba clara, y los únicos que estaban listos eran los contrabajos, porque claro, no podían buscar palos de escoba, entonces fue ahí donde pude escucharlos y me percaté de que era un instrumento con una personalidad avasallante, que su sonido arropa la audiencia, y a mí me arropó porque nosotros teníamos que aprender cuatro notas, y muy agudas, y los contrabajos sonaban una sola nota y se quedaba el salón sonando, reverberando… reverberando”, dijo, acariciando con sus palabras la pasión por el instrumento que es parte de su ser. Aunque Edicson Ruiz inició tarde su formación en el contrabajo, a los 11 años, su habilidad para aprenderlo lo ha llevado a la cúspide musical a muy temprana edad, obligándole a adoptar la madurez de sus maestros. “Yo creo que soy un joven medio viejo. Yo tengo muchos amigos que me dicen ‘viejito’ y creo que soy un poco tímido, pero cuando ya agarro confianza ya me gusta echar broma con los demás, y en general he sido bastante disciplinado. No he sido una persona que ha vivido la juventud como la viviría cualquier otro joven, sino al contrario, como estudiante, prácticamente no rumbeaba. Ahora sí estoy rumbeando todo lo que no había rumbeado antes, una vez a la semana. Eso es ahora, pero desde hace dos años para acá ni siquiera. O sea, que yo he sido un viejo prematuro, porque mi primer trabajo profesional fue a los 14 años en la Sinfónica Simón Bolívar, que ahora es conocida como la Simón Bolívar A, y era el único niño. El siguiente en edad ahí tenía como 27 años, o sea me llevaba como 13 años, entonces yo tuve que empezar a jugar a ser adulto y no hacer las cosas que a los adultos le molestan, y luego, tres años después entré a la Filarmónica de Berlín que es lo mismo, pero peor porque los alemanes son más serios y son menos relajados. La presión, por supuesto, era 30 mil veces más alta a nivel de profesionalismo competitivo. Entonces, siempre me han obligado a ser algo que por edad no soy”, confesó Edicson Ruiz.

La dedicación de Edicson Ruiz lo ha transformado en un virtuoso que a la edad de 17 años ganó la audición para ser miembro oficial de una de las orquestas más esplendorosas del mundo: la Berliner Philharmoniker. Desde entonces, ya con nueve años como titular de la Filarmónica, es parte de la prosapia sinfónica de los grandes exponentes de la música de orquesta y de cámara que estuvieron en esa misma casa musical, tales como Arthur Nikisch, Hans von Bülow, Pyotr Ilyich Tchaikovsky, y Johannes Brahms entre otros. Según cuenta el contrabajista Edicson Ruiz, la disciplina y lo “exagerado” siempre lo han caracterizado, y ello se puede confirmar tanto en sus ensayos como en sus conciertos. Por esta dedicación, sumado a su virtuosismo, hoy se le considera un Maestro. “En sí he sido un poco exagerado porque, por ejemplo, a mí de chiquito me ponían una tarea de media página entonces yo traía dos páginas, o una página, o sea el doble. Últimamente, los programas que yo he hecho los últimos cinco años han sido unos maratones físicos. Un concierto dura dos horas, entonces yo pongo dos conciertos con orquesta, dos arias [pieza cantada por solista] y un bis. Eso no lo hace nadie porque eso no se hace. Entonces yo he sido un poco exagerado en eso, pero yo creo también que esa ha sido mi fuerza y no es un exagerado por querer ser exagerado sino es que yo no perdono presentarme en algún lugar y nada más ofrecer 20 minutos de música, sino me gusta ofrecer 40-45 porque yo creo que la gente no tiene la oportunidad de escuchar el contrabajo frecuentemente, entonces me gusta cuando se da esa oportunidad que es muy inusual, que por lo general es una vez en cada país, y ofrecer un concierto que a la gente le quede la impresión”, asegura el músico Edicson Ruiz.

Este muchacho sí es gente grande

Edicson Ruiz cuenta que llegó a El Sistema porque su mamá lo inscribió, incluso a disgusto, pues no le gustaba la música clásica. “Mi mamá escuchó de El Sistema por una amiga y me inscribió en contra de mi voluntad porque yo estaba convencido de que la música clásica era muy aburrida. A mi me gustaba era Menudo, Maná; todavía me sigue gustando Ricky Martin (risas). Yo tenía esa imagen de ese director ahí en el medio haciendo unos gestos y yo no entendía ni por qué, y yo decía ‘¿Pero que dirige él, por qué se mueve así, y el palito ese?’. Para mí era insólito porque la imagen de los directores a nivel general es aburrida. O sea, la mayoría de los directores excelentes dirigen aburrido. Bernard Haitink nada más tiene 10 gestos, Gustavo [Dudamel] tiene 300 gestos; pero los grandes directores siempre han sido muy económicos en la gestualidad, y con esos conciertos parsimoniosos. Lo que me hizo cambiar la perspectiva de la música fue que en la Orquesta tocaban puras obras llenas de fuerza, llenas de ritmo, las marchas de Charpentier, increíble una marcha. Me acuerdo que en el repertorio había una pieza de Corelli, no sé si era una tocata o una sonata, y después cuando entré a la Nacional Infantil era de Tchaikovsky, la Marcha Eslava, el Guillermo Tell que uno escuchó de niño en las comiquitas, en la radio, entonces claro, también entras en un mundo de fantasía y en él ya tú empiezas a ser parte de esos personajes” relató Edicson Ruiz, ceñido a una sonrisa de remembranza.

Este joven que ahora está inmerso en un mundo mágico creando aún más magia con las cuerdas y su arco, que ahora disfruta géneros musicales como el merengue, la salsa, el reggaeton y el rock, ha sido honrado con difíciles piezas para contrabajo compuestas especialmente para él, y asegura que pasarán muchos años para que alguien más pueda tocarlas, pues unicamente él ha logrado montarlas y hacer el estreno mundial de las mismas. Un ejemplo de ello es la pieza “Preludio y Fuga a cuatro voces para contrabajo” del músico y compositor Heinz Holliger, una pieza que según Edicson Ruiz es “imposible. Es de ese tipo de dificultad que sólo pueden hacerla dos personas en el mundo. Después del estreno queda sin tocarse como cuatro años más, pero en realidad deben ser muchos más porque la Fuga es inhumana”.

Willkommen in Berlin

Edicson Ruiz relató que él fue a Berlin a estudiar el contrabajo, y ahí conoció a un músico, un bajista de la Filarmónica, que le cambió la visión de como se tocaba el instrumento. “Yo no sabía que se podía tocar así. Y me dijo ‘Yo no doy clase en ningún lado. Si tu quieres estudiar conmigo tiene que ser en la Academia Karajan de la Filarmónica’, y yo fui, audicioné, y me agarraron”, dijo Edicson Ruiz. Luego el futuro maestro regresó a Venezuela, terminó su bachillerato y volvió a Alemania con la sorpresa de que recibiría clases del maestro Klaus Stoll, primer bajo de la filarmónica. Fue Klaus Stoll quien le dijo de una vacante en la Orquesta para la que él quería que audicionara. Durante un mes y dos semanas se preparó con Klaus Stoll en los “pasajes de orquesta y los dos conciertos” que tocaría Edicson en su presentación, cuando apenas tenía 17 años. Edicson Ruiz contó que ante su asombro por ser escogido para la audición, su maestro le dijo que él quería que sus colegas vieran como tocaba un niño proveniente de lo que ellos llaman el tercer mundo. Y así fue; Edicson Ruiz dio su concierto, fue seleccionado y esperó un año para poder firmar contrato por la edad. Edicson comparó este nuevo reto con el momento en el que eligen al Dalai Lama, “es esa sensación de que él tiene que saber miles de idiomas, tiene que ser más sabio. Mi profesor dice que el libro llega cuando el lector está preparado y yo nunca he sentido que yo estoy preparado para leer el libro, pero me doy cuenta de que en el camino lo logro leer y lo entiendo”.

El Arco de Oro

La Fundación Escuela de Luthería de Brienz, en el marco del Festival de Meiringen 2012 en Suiza, premió la maestría musical de Edicson Ruiz al otorgarle el preciado Arco de Oro, que más allá del nombre del premio, es un arco grabado en oro de verdad. Según Edicson Ruiz, cuando recibió la llamada en la que le preguntaban si recibiría el premio, él no entendía por qué él era merecedor de ese cotizado arco. Sin embargo, la respuesta fue clara: “Queremos darte el Arco de Oro porque estás haciendo una labor notable con el contrabajo y no creemos que algún otro bajista haya desarrollado una labor así, de ese espectro desde lo antiguo, siglo XIX, contemporáneo y moderno”. Para Edicson, quien siempre le coloca porcentaje a su desempeño en los conciertos, asegura que este concierto salió en un 100 por ciento perfecto. “Ese concierto fue perfecto. Me dijeron ‘Aquí tienes el Arco de Oro y queremos que lo toques’, un arco que yo no conozco. Tuve que tocar con ese arco y ahí fue donde yo corroboré lo que una vez dijo Gidón Kremer que ‘el instrumento es uno mismo’, porque tienes que hacer la música al precio que sea y si tú ves que algo no está funcionando tienes que hacer que funcione”. Y eso hizo Edicson Ruiz al tocar con su especial arco dorado y dirigir, al mismo tiempo, la Orquesta en la Iglesia de San Miguel en Meiringen en Suiza, el pasado mes de julio.

El arte de Edicson Ruiz en el contrabajo ha sido reconocido con el 1er Premio de la Sociedad Internacional de Bajistas en Indianapolis en Estados Unidos, con la Orden José Felix Ribas como Juventud Ejemplar en Venezuela, y con la distinción de la Cámara Junior de Venezuela como uno de los Diez Jóvenes Sobresalientes de Venezuela.

Pero no todo es música en la vida del bajista. Edicson Ruiz está casado con una joven músico que dejó la notas para dedicarse a la arquitectura. Martha Ocando, según compartió el bajista, fue músico durante ocho años y los últimos cinco estuvo estudiando Arquitectura en la UCV. Según contó, al ser músico, las relaciones con una pareja “son todo un tema”. En su caso, Edicson y Martha tienen 11 años juntos y de esos, cinco han sido como casados. “Yo la esperé al igual que ella me esperó a mí al principio. Yo era ir y venir por dos años en la Academia, menos mal que me dejaron y ella me esperó. Pero yo creo que en el matrimonio tiene que haber tolerancia, comunicación y sobre todo paciencia; paciencia porque hay momentos en los que uno se cansa y uno dice ‘Cónchale vale, esta persona …pero bueno, fue la que yo escogí y tiene estás cosas, y tiene estas cosas buenas, y uno tiene que estar todo el tiempo sopesando las cosas, y siempre ha sido así como dicen los monjes Zen ‘Como es arriba es abajo’, todo es igual, como te es a ti me es a mí”, dijo Edicson Ruiz quien además señaló que cuando viene a Venezuela, por lo general cada cuatro meses, le encanta salir con sus amigos, ir a la playa, jugar paintball, karting, ir al cine y degustar la gastronomía de los más exquisitos restaurantes, pues lo gourmet es una de sus debilidades: ser agasajado por un chef y su gastronomía como ocurre cuando visita su restaurante predilecto Sale e Tabacchi, ubicado en Berlín.

De El Zorro a Yogui

Con una risa culposa, Edicson Ruiz reveló que en esa búsqueda de actividades para él cuando era niño se cruzó el deseo por practicar la esgrima, pero no la pudo practicar por lo costoso del equipo para su familia. Sin embargo, Edicson Ruiz no se quedó con el deseo de practicar otras actividades físicas, y actualmente practica Yoga, ya que, como confiesa “Tocar el contrabajo es una carga muy dura”, debido a la postura que adopta durante la ejecución musical, la cual castiga “a nivel lumbar, de articulaciones y tendones. Se le exige demasiado a ciertos músculos y hay otros que no se le exigen nada de tensión y acortamiento de la musculatura, y eso hay que volverlo a poner en sintonía”.

En el mundo de Edicson Ruiz su música es su felicidad. “Yo lo que estoy es contento de que por lo menos tengo una capacidad de hacer que el contrabajo no sea considerado como hasta ahora lo han considerado, un instrumento medio sordo, poco ingrato en el sonido, ronco, inflexible, eso es lo que me emociona a mí, sobre todo cuando toqué para Elliott Carter, tiene 103 años, los vio a todos. Vio a Schoenberg, Messiaen, Stravinsky, Hindemith, Schtokhausen y ahora que me escucha a mí, y que diga ‘¿Cómo es eso posible? ¿Cómo lo hace?’ es chévere, y eso es lo que me gusta, que estoy sorprendiendo a la gente con el contrabajo, no yo, sino que el contrabajo está sorprendiendo a la gente. Al mismo Heinz Holliger y sobre todo a esos críticos que han escuchado todo”, concluye el bajista que actualmente se está dedicando a documentar el repertorio del siglo XIII, el cual espera que le dé una destreza notable en la mano derecha. Con aún más destreza, Edicson Ruiz estará camino a consagrarse como uno de los más grandes de todos los tiempos.

Edicson Ruiz, notable músico que ha dejado en alto el nombre del contrabajo, de El Sistema, y Venezuela, respecto a su país, afirma que nada le da más popularidad a Venezuela que las Misses. Si alguien pensó que El Sistema, como símbolo de Venezuela, estaba eclipsando a las Misses, según el joven maestro, esa posibilidad es un imposible, y que lo perdone el maestro Abreu. Parece ser que para que la melena de Dudamel o la sonrisa de Edicson sea lo primero que se le venga a la mente de la aldea global al mencionarse a Venezuela, la música clásica deberá ser más atractiva que la belleza femenina. Sin embargo, Edicson Ruiz lucha por ello, con trabajo en su contrabajo.