
El pasado viernes en la recientemente inaugurada sala del Teatro Santa Fe, regentada por el actor Karl Hoffmann, tres grandes de la actuación venezolana, Miryam Ochoa, Julie Restifo y Amanda Gutiérrez, estrenaron la pieza teatral Las Invisibles, escrita por Magly Bello y estrenada el pasado mes de marzo en el Miracle Theater de Miami.
Por SARA KAFROUNI
Una vez pisar el salón principal, el Teatro Santa Fe invita a sumergirse en una especie de película atemporal, donde una mezcla de estilos causa la sensación de estar en un estudio fílmico de los años 60 con halos modernistas. Cámaras antiguas como decoración, en las paredes un papel tapiz de rostros de artistas de la época dorada de Hollywood, baúles cuadrados como mesas y cubos tipo lounge como asientos, adecuan los sentidos del espectador. Este curioso espacio lo suelen incluir en las presentaciones para dar inicio a la magia actoral, y preparar al público para entrar en la íntima sala. Así fue con la recepción pre-inaugural de la obra Las Invisibles.
En esta oportunidad, las primeras actrices Miryam Ochoa, Julie Restifo y Amanda Gutiérrez protagonizan y dan vida a tres mujeres, que como ellas, atraviesan el difícil periodo de la mediana edad, pero sin la desventura de ser transparentes y casi inexistentes sino más bien bastante visibles. En Las Invisibles, las renombradas actrices comparten en forma de conversatorio la historia de tres mujeres que experimentan el complicado proceso de la menopausia, con escenas conectadas entre sí por la participación especial de la cantante Sela, quien interpreta varios temas incluyendo el reflexivo Serena en el vacío. Entre risas, la obra cubre y se burla de eventos de vida tales como la independencia de los hijos, el abandono de una vida marital, el desvanecimiento del romance, el divorcio luego de 25 años de matrimonio, y el clásico hecho de que el ex-esposo ahora anda se anda “paveando” ridículamente con una mujer más joven.
Sazonando un poco la historia, Miryam, Julie y Amanda confiesan cómo la crisis de la mediana edad las ha golpeado, haciéndoles difícil la complicada tarea de la aceptación propia que incluye el decrecimiento de las hormonas femeninas, los calorones, el considerable y sorpresivo aumento de peso, la opacidad de la piel, las arrugas, las cirugías plásticas, las pastillas adelgazantes, las extenuantes horas en el gimnasio y un humor huraño seguido de las depresiones post entrada la menopausia.

Para Amanda Gutiérrez, Las Invisibles es una pieza que permite comprender la posición de los hombres y advertir que no es totalmente cierto la desconsideración y desidia familiar por lo que las mujeres tienden a atacarlos y juzgarlos. “A mí me encanta porque para empezar yo soy de las cincuentonas y estoy pasando por eso, y entiendo perfectamente lo que está pasando, pero una cosa que es importantísima es que los hombres quedan muy reivindicados, quedan muy contentos porque los entendemos. Hacemos que las mujeres entiendan que los hombres también necesitan su cariñito y su entendimiento”, comenta la actriz Amanda Gutiérrez.
Luego de la primera escena, donde introducen el tema de las “cincuentonas” y donde las tres damas invisibles aparecen hermosamente vestidas de blanco, deciden volverse visibles y con una copa de vino preparan el terreno de confesiones en el que las tres se ponen al día sobre cómo sus vidas cambiaron, incluyendo sarcasmos humorísticos como “tira la palanca y endereza que la guagua va en reversa”, el ambiguo comentario hecho por el burdo e iletrado personaje de Amanda Gutierrez, que igualmente dice que “eso de encontrarse con viejas amigas… bueno, con amigas viejas, lateralmente es más estresante que la primera cita con un hombre” o los detonantes de que la invisibilidad de las tres “es internacional” porque nadie voltea a verlas ni aquí ni en el exterior, además del hecho de que a una de ellas “le cayeron todos los años encima de golpe y porrazo”. Así entre charla y humor van debatiéndose entre el sentimiento de negarse a ser invisibles y el de “sumarlo y asumirlo” con dignidad, porque saben que aún pueden volver a sentir ese calor de un hombre que sea su nueva compañía, porque ellas aún están vivas. Las tres “brujas” aprovechan un momento reflexivo para revelar la teoría de que no sólo ellas se anularon sino que esas niñas de 25 años, flaquitas y duritas también pasan a ser invisibles de “cuerpo presente”, cuando el hombre de mediana edad con el que están, convierte la relación de pareja en “monólogos de la paloma”, con sus quejas sobre lo que fue su matrimonio, su ex, y sus negocios, anulando los deseos de esas “niñas” que lo que desean es salir a bailar.
Por la angustia de saberse “invisibles”, las tres mujeres fueron al oftalmólogo, ginecólogo, y odontólogo buscando alguna señal que les indicara que ya habían caducado; sin embargo, al reunirse nuevamente, las tres comentaron que ninguno de sus médicos había conseguido nada y al unísono gritaron que científicamente habían comprobado que no tenían fecha de vencimiento. Y así, cada una introdujo una reflexión asumiendo su culpabilidad en el fracaso de sus matrimonios, asegurando que se habían colocado una etiqueta que las asfixió y no las dejó “pensar ni sentir”. Tal como senaló Miryam Ochoa, cada mujer en esta etapa de la vida debe buscar “la nueva aceptación” con dignidad. “Esta obra trata temas muy completos, que buscan tocar todos los puntos álgidos en la vida de cualquier mujer, bien sea de 17 años como de 20 como de 30, de 40 y de 50. Realmente se toca el tema de las “cincuentañeras” por aquello de la menopausia. Entonces, quizás las mujeres cuando llegan a una edad, se olvidan que pueden—y tienen que—seguir viviendo tranquilamente, felizmente, solamente porque se ponen una etiqueta, y esa no es la idea. La idea es que tú sigas adelante con tus 50, con tus 40, con tus 30 porque hay muchas que tienen 18 pero que también son invisibles porque las ven explotadísimas de bellas, y no les hacen caso a lo que llevan interiormente. Es una obra que toca un poco esto, toca un poco el tema de la mujer en general porque toca el punto de los hijos, de los maridos, de una, de la nueva aceptación, porque partimos de esa base. Tenemos que aceptarnos a cualquier edad y con dignidad para seguir adelante. En la vida hoy tienes 20, mañana tienes 30 y después tienes 40 y hay muchos espacios donde uno los va llenando con tantas cosas porque van llegando, van cayendo mientras uno los sepa llevar con amor y con dignidad”, dijo Miryam Ochoa.

Según comentó Julie Restifo, esta una pieza que permite que muchas mujeres, que están o han vivido la menopausia, se sientan identificadas con alguna de las vivencias de las tres “brujas”. Asegura que a veces la sociedad es muy dura con las personas que envejecen y Las Invisibles “es como un punto de reflexión a la madurez y a la vejez”. “Es un poco para levantarle el autoestima a esas mujeres que ya no son visibles para su entorno, entorno muy cercano además. Yo creo que la autora, que es Magly Bello, quiso darle un regalo a la gente de nuestra edad porque la mujer sufre de muchos achaques que no sufre el hombre. La menopausia trae muchas consecuencias físicas y emocionales que no sufre el hombre, y ese es el momento de luchar contra todas esas cosas que nos pasan a las mujeres, y bueno, tratar de conseguir actividades, no quedarse en su casa, que la ayuden. Mucha gente se deprime y se queda en la casa”, dijo Julie Restifo, quien agrega que esta obra busca satisfacer también a los hombres que la van a ver, ya que trata “de decir con humor unas cuantas verdades”, verdades que muchos hombres desconocen, y que a través de esta auténtica conversación entre tres cincuentonas, pueden aprender riendo, sin que se las tengan que explicar. La obra Las Invisibles, al contrario de su título, hace muy visible a esa cincuentona que muchos hombres tiene al lado, allí, sólo allí, y la convierte en una apreciada “cincuentañera”.