
Artículo publicado en Zeta el 3 de mayo de 2013
El pasado miércoles se estrenó en el Teatro Escena 8 la obra Habitante del fin de los tiempos escrita por el psicólogo y dramaturgo venezolano Johnny Gavlovski. Esta pieza fue galardonada en 1997 con el Premio Municipal de Teatro, en la categoría de “Mejor texto de autor teatral venezolano”, y ha sido presentada fuera del país en Nueva York (Off-Broadway) y España. Actualmente Habitante del fin de los tiempos es producida por José Manuel Ascensao, quien también protagoniza la historia junto al joven actor y modelo Xavier Muñoz, exponente de las piezas Solo para ellas y Orgasmos
Por SARA KAFROUNI
Habitante del fin de los tiempos es una pieza cargada de texto, caracterizada por la profundidad de pensamientos, en la que dos personajes, amigos de la infancia, reviven la historia de sus vidas a través de perspectivas confrontadas sobre la vida misma. La puesta en escena de esta obra transcurre con momentos de adelanto y regreso en las memorias, con reflexiones conducidas a través de las palabras y desarrolladas en un espacio ambientado con una luz cálida, un bar, un sofá turquesa con blanco que funge como elemento principal de la historia, y con el tema Amor de hombre (interpretada por Las Mocedades) de fondo. La interacción en la pieza Habitante del fin de los tiempos inicia luego de que repentinamente la música es interrumpida por las palabras de Erasmo, interpretado por José Manuel Ascensao, mientras graba su programa de radio, inventado por él para hacerle la vida más feliz y llevadera a su amigo de toda la vida David, y ahora compañero de cuarto. “Largo, grueso, prosperidad, chiquito, grueso, cumplidor. Laaaargooo, flacoooo… hay que ver, chiquiiito, flaquito. Bueno nada es perfecto. Lo importante es enamorarse”, es el saludo inicial de Erasmo cada día en cada programa; sin darse cuenta que, a pesar de la resistencia de David para escuchar y aceptar, su entrega y apoyo incondicional de alguna manera le dan seguridad a su amigo para enfrentar con respetabilidad el VIH, pues él y su esposa Janice fueron diagnosticados con el despiadado virus cuando decidieron optar por un puesto de trabajo en la universidad. Uno de los quiebres de la historia se presenta cuando ninguno de los dos, David y Janice, soportan la idea de ir deteriorándose frente a la mirada del amor real y de agredirse bajo la sombra de la culpabilidad, y se separan. En esta coyuntura, David se muda con Erasmo y en un juego por mantener la hombría de su amigo, Erasmo asume la enfermedad de David, pues éste pensaba que el VIH era “algo que solo le ocurría a los homosexuales”. Así, mientras uno tomaba un tratamiento especial para controlar la enfermedad y esperaba con ansias los resultados de la disminución o aumento de plaquetas; el otro tomaba una frascos enteros de vitaminas. En esta historia, la amistad disipa los momentos de angustias, el despido injustificado de David, quien trabajaba en una empresa como ingeniero cuando en realidad su pasión eran las letras, y el miedo a la muerte, e incluso alienta a vivir y sentir cuando ya no se siente, eludiendo de esta manera la pregunta central, persistente y con una respuesta visible para quienes atentos escuchan cada línea de los personajes: “¿Quién contagió a quien?”. La respuesta constante: “Eso ya no importa, quizá sirva para nada. El sida era un problema de homosexuales y drogadictos. Yo no tenía por qué usar condón, tenía demasiado éxito con las mujeres”.
Durante una hora y media, el elenco llenó la sala de parlamentos densos, reflexiones sobre la vida, el sexo, sabores, olvidos y hasta recuentos noticiosos que demostraban la oposición de David ante la mayoría de los consejos de Erasmo, y al enunciado de Karl Marx sobre el ser social y consciente en el que “no es la conciencia lo que determina la vida, sino la vida lo que determina la conciencia”. Erasmo trató de explicar en recurrentes ocasiones que cuando se trataba de esperanzas, todo argumento era válido y que era necesario tener una “open mind”, es decir, una mente abierta, para que el otro sea capaz de reconocer la voz interior, pues aseguraba que “cualquier error psicológico se perdona”.
LA TRAGEDIA

En Habitante del fin de los tiempos el VIH es la tragedia del fin de los tiempos, pues representa no solo la lenta espera de la muerte, la ruina de los sueños, la implosión de lo certero, la enfermedad sin alternativas, sino el descubrimiento de que no sólo afecta a los homosexuales, y la desvalorización de quienes la padecen: un laberinto sin aparente salida, donde el amor y la amistad siempre es un buen aliado. Algo que acentúa el director y escritor Johnny Gavlovski es que el sida hoy día tiene sus mutaciones, e invita a combatirlas: “Esta obra fue escrita en un momento donde el cáncer era el sida. Hoy en día el cáncer también se llama odio y también se llama intolerancia. Entonces, vamos a pelear contra eso”.
Esta pieza no es una obra para hacer reír vagamente. Es una pieza que dibujada con humor inteligente invita a la reflexión, a ser conscientes y consecuentes con las acciones propias, a dar lo mejor de sí, a ayudar al otro y a vivir sin ataduras existenciales. Invita a sentirse respetable, serio y probo.
Y justamente ese fue el mensaje que el actor José Manuel Ascensao dejó en una reflexión al público que asistió, entre el cual se pudo ver a los actores Karl Hoffman, Beba Rojas y Norkys Batista. “Simplemente somos hermanos, somos de la misma sangre, vivimos en este planeta. Extendamos las manos a todos, paz, hermandad, porque esto puede sucederle a cualquiera, bien sea sida, bien sea cáncer, bien sea cualquier enfermedad. Se nos puede ir la vida, y como la vida es así [chasquido de dedos], hay que aprender a vivirla en hermandad”, exhortó José Manuel Ascensao, a vivirla sin “artimañas de supervivencia” o maquillajes para calzar dentro de una sociedad.