
Publicado en Zeta el 28 de junio de 2013
El film “De Navíos, Ron y Chocolate” de Malena Roncayolo es una producción especial en donde la directora narra a través de retratos vivientes la llegada de los corsos a Venezuela, su proceso de inmigración y su éxito en el comercio del cacao, el café y la caña de azúcar para fabricar el ron, especialmente en la Península de Paria alrededor del primer tercio del siglo XIX, cerca del año 1800
Por SARA KAFROUNI
De Navíos, Ron y Chocolate, que ya cuenta con varios galardones internacionales, al mismo tiempo que se transmite en las salas venezolanas ha sido acogida muy bien en Europa y está siendo transmitida en la televisión francesa. Su directora, Malena Roncayolo, aseguró que con esta producción tenía suficiente material para hacer una serie televisiva, al mejor estilo de las serie presentadas en el canal History Channel; sin embargo, prefirió reducir el formato para hacerla accesible a un público mayor y facilitar el conocimiento sobre estos antepasados así como disfrutar de la belleza de la historia y de la imágenes recreadas con realismo de la época, creando lo que Roncayolo denomina “película dramatizada”, desligando su creación de la palabra documental: “Por lo pronto la están pasando en la TV francesa. Todavía le faltan muchas partes; ella fue mucho más larga. Yo tenía como para hacer una serie con tantas imágenes, tantas historias e ideas interesantes, que tuve que sacar de la película para llevarla a un tiempo de más fácil digerir, porque ella está llena de mucha información. Una primera versión tuvo 120 y esta es la última versión que tiene 80 minutos. Hay otra versión también que es más larga y tiene 10 minutos más, y así se quedará para un gran público con la idea de buscar un público más extenso. No es un tradicional documental, es un documental dramatizado que hace la diferencia. Por eso no utilizo mucho la palabra documental y prefiero hablar de película dramatizada. Especialmente porque como dicen los distribuidores con mucha razón, espanta a la gente”.
El viaje hacia esta aventura nació con el interés de la directora de investigar sobre el origen francés de su familia, por lo que aseguró que cuando se es investigador se tiene que sumergir en la historia de la época y en cada uno de sus personajes, asumiendo “meterse en los zapatos del siglo XIX”. Malena Roncayolo comentó que para la realización de la película De Navíos, Ron y Chocolate fue necesario tener mucha organización en lo que sería el guión, pues esto permitió la investigación, producción, filmación y selección asertiva del material recogido durante aproximadamente cuatros años, pues no sólo se recrearon las imágenes de la llegada de los corsos sino de las guerras y la explotación del cacao y el café, así como la fabricación del ron añejo, siendo Ron Carúpano uno de los primeros exponentes con calidad de exportación en Venezuela, casa fundada en 1762. “Yo comencé investigando un asunto familiar. En la búsqueda de mis raíces francesas empecé a encontrarme con una historia maravillosa de los inmigrantes corsos provenientes de Francia, y como yo he hecho muchos trabajos de los inmigrantes españoles, de los portugueses, de los italianos, los del Medio Oriente, los de América del Sur, me parece, estoy convencida de, que la vida del inmigrante es super interesante. Muchas veces el inmigrante llega y mantiene cierto silencio y si logras entrar en su corazón puedes conseguir una información que ha tenido callada por mucho tiempo, porque a veces la vida del inmigrante es dolorosa, es el desarraigo de su propio país, es venirse a otra tierra, es encontrarse con un mundo nuevo y tener que comenzar siempre en la búsqueda de prosperidad. Entonces, se juntaron la inmigración francesa a Venezuela y al Caribe y mi interés familiar. Eso hizo que me fuera contactando con esas familias que me abrieron las puertas de sus casas, me dieron papeles, me contaron historias y me dieron fotografías. Fue una inmigración que se mantuvo unida por mucho tiempo, que cuando llegó probablemente no hablaba el español y eso fue un detonante importante para mantener uniones, y luego tenían una cultura totalmente distinta a lo que ellos estaban encontrando: ya Francia traía un nuevo pensamiento liberal, ya había pasado por las guerras napoleónicas, sin duda, pero estaba en una cosa muy distinta de lo que estaba trabajando la gente aquí. Sin embargo, ya con la segunda generación, y algunos de las primera generación, se mezclaron con los criollos de la región donde llegaron masivamente, porque ellos llegan en tres fuertes olas de inmigración y sobre todo llegan muy fuerte en el siglo XIX y a principios del siglo XX. Ellos llegaron, dicen algunos historiadores, porque en el Mediterráneo se produjo una sequía que acabó con los viñedos y con todo lo que ellos tenían allá, y la gente estaba pasando hambre. Luego vino la guerra franco-prusiana que también los atacó fuerte. Entonces los jóvenes que sabían que existía América se venían a América porque era el sueño dorado, ‘el Dorado’ siempre ha existido. Entonces con el gobierno de José Antonio Páez se firma el tratado de navegación y comercio con Francia, entonces ya un incipiente comercio que existía entre las Antillas y Venezuela en la zona de Paria, particularmente, y Bolívar se solidifica cuando se crea ese convenio del comercio porque ya Europa había descubierto el cacao, el café, la caña de azúcar, el ron, el tabaco, el anís, que eran elementos de la agricultura venezolana sumamente apreciados. Entonces se llevaban los productos y de allá traían los últimos adelantos de la moda, libros con el pensamiento liberal europeo, traían las tejas para las casas de Carúpano, que todavía quedan algunas tejas. Además, utilizaban las tejas para equilibrar los barcos por las tormentas”, relató Malena Roncayolo sobre la realización de la película que estuvo filmada en Miranda, Anzoátegui, Sucre, Monagas y en Europa (París, Córcega, Marsella) con apoyo de la Fundación de Corsos de Venezuela y de algunas familias como los Prosperi y los Benedetti.
La directora, para la recreación de las imágenes de guerra, de las resoluciones de los españoles, y de la vida de los corsos, utilizó vestuarios del Teatro Teresa Carreño, del grupo actoral Rajatabla y de la Villa del Cine, y hasta otros especialmente diseñados siguiendo los patrones de las fotos tomadas a los corsos, lo cual facilitó la recreación fidedigna del avance que significó esa época para la apertura del conocido país “Dorado” al mundo del comercio. Desde sus inicios, Venezuela fue un país construido por inmigrantes, quienes aplicaban el conocimiento para explotar adecuadamente las riquezas en su forma cruda y desarrollar un sistema productivo donde el hambre no fuera el protagonista. Según refiere Roncayolo, Venezuela siempre ha sido un país rico y sigue siéndolo: “Venezuela sigue siendo El Dorado. Ahorita, El Dorado cambió el color al del petróleo, pero existe El Dorado en la mente de todo el mundo. Esto es un país rico y seguirá siéndolo. Es un imán para los extranjeros. El siglo XIX fue un siglo de guerra desde que comenzó hasta que terminó, se diezmaron fundaciones, el concepto de familia desapareció, ahí no había sino gente para la guerra. Entonces, estos particulares inmigrantes desarrollaron todo un mundo de comercio y de desarrollo en el Oriente del país muy particularmente y para mí fue una sorpresa encontrarme con esta información porque esa es una historia que nunca nos han contado. Yo conseguí todos los elementos lo suficientemente atractivos para hacer una película, y tiene que ver mucho con el libro Te pienso en el Puerto de Elisa Arráiz Lucca, porque retrata el mundo de Carúpano y Paria en la época de la llegada de estos inmigrantes y la presencia del nieto de Napoleón Bonaparte, que me pareció tan insólito que estuviera enterrado en Carúpano. Es que las cosas son insólitas, Carúpano era tan importante que contaba con nueve consulados. Allí había nueve cónsules que esperaban a los barcos y por eso llega el nieto de Napoleón a hacer el tren que iba por toda Paria, la ruta que era justamente del café, del cacao, del anís, de los productos de la tierra, la caña de azúcar. Ellos tenían sus vinos, pero esos corsos empezaron a hacer sus rones dentro de las vasijas de los toneles enormes donde traían el vino. Hay unas familias de Ciudad Bolívar que me dijeron que los corsos desayunaban con champagne porque ellos traían esos elementos al puerto y entonces ellos eran los que recibían todo eso primero”.
Aunque la política y relaciones exteriores de Venezuela han cambiado, sin duda alguna los inmigrantes han sido pilares en la construcción y desarrollo de Venezuela, y mejoras para sus familias. Malena Roncayolo manifiesta que, aunque ahora exista un rechazo a la inmigración y culturalmente el venezolano ha cambiado, no pierde las esperanzas de que en el país se recupere esa cultura de bienvenida y aceptación del extranjero, que generalmente emigra en busca de una mejor calidad de vida y fomentar el desarrollo inteligente: “Nosotros en los últimos tiempos hemos cambiado culturalmente el pensamiento de la gran masa, aunque yo creo que en el fondo el venezolano sigue siendo generoso, abierto, amable hacia el extranjero. Lo que pasa es que hemos tenido como una suerte de espina que sea ha salido alrededor y actualmente hay una cosa en contra del inmigrante y más si es europeo. Es fuerte, pero yo espero que nuevamente en el conglomerado se prenda esa llama de generosidad hacia los otros, sobre todo a los otros que llegan con necesidad, porque generalmente los inmigrantes llegan con necesidades serias de mejores vidas para ellos y sus familias”.
Lo del radicalismo anti-europeo es cierto, porque ya algunos miembros de esa desafortunada posición han manifestado su desagrado con esta obra cinematográfica porque según ellos, glorifica a quienes se aprovecharon de la riqueza del país y de “la explotación del hombre por el hombre”, olvidando que ellos mismos provienen de inmigrantes forzados del continente africano mezclados con blancos descendientes de españoles, e indígenas conquistadores llegados del Caribe. Menos mal que el venezolano tradicional, afable y generoso, ve a los antiguos corsos, como a los europeos de posguerra, y a los actuales árabes y chinos, como simplemente parte de lo que es Venezuela, una tierra de inmigrantes.