POLIGAMIA INTERNACIONAL

El pasado jueves, en la inauguración oficial del Teatro Santa Fe, en Caracas, se estrenó la comedia Boeing Boeing original del dramaturgo francés Marc Camoletti y que logró ser incluida en 1991 en el Libro Guinness de Records Mundiales como la pieza teatral  francesa con más interpretaciones realizadas en todo el mundo.

Por SARA KAFROUNI
Fotografía NELSON AGELVIS

Con la aparición de los veloces Boeing jet nació la peculiar pieza teatral de lo cotidiano “Boeing Boeing” del dramaturgo Marc Camoletti, una comedia en donde la aventura, el amor y el romanticismo se resumen en una sola palabra, según explica el elegante y enamoradizo arquitecto Bernard (Javier Vidal): “la poligamia”.  

Bernard maneja una estrategia sublime sobre la poligamia y su harén internacional personal en París, compuesto por sus tres prometidas, una estadounidense, una alemana y una italiana, azafatas que respectivamente trabajan en TWA, Lufthansa y Alitalia, en rutas cuyos horarios en París nunca coinciden, conquistadas por el gran amante por ser ya preseleccionadas por estas exigentes lineas aéreas. Bernard cree que con el matrimonio se acaba el romance, las cartas de amor y la pasión, por lo que explica que su estrategia es poética, precisa y “matemática pura, un sistema perfectamente estructurado, analizado y funcional. Es geometría”, en donde se da la “combinación perfecta entre el placer y la realidad”, manteniendo un cuidado quirúrgico en la coordinación del horario de las líneas aéreas. Sin embargo, este orden perfecto cambia cuando a sus tres bellas y “cuidadosamente examinadas” auxiliares de vuelo las transfieren a los nuevos Boeing 747. Las distancias se acortan y hay más tiempo para el amor, mejor dicho para el caos, pues sus tres delicias aéreas adelantan sus horarios y llegan casi al mismo tiempo al transitado hogar, del cual cada una tiene llave, y en donde no hay aburrimiento como dice Bernard “ni en la cama ni en la mesa”. Bernard es ayudado en su treta amorosa por su fiel y quejumbroso amo de llaves Albert (Marcos Moreno), quien tiene que ingeniárselas para preparar en el tiempo justo las comidas típicas de “la americana”, “la italiana” y “la alemana”: las panquecas, la pasta y las salchichas alemanas con repollo agrio. El personaje de Albert es una adaptación local a la puesta en escena pues en la trama original la persona encargada de cuidar la rutina poligámica es una ama de llaves llamada Bertha.

El escenario estaba adecuado a los años 60, minimalista, con muebles blancos y varios globos terráqueos en la sala, y un escritorio donde estaba dispuesto un portarretrato con la novia de turno, el cual cambiaban consecutivamente en la medida en que llegaban al apartamento las azafatas, elemento disparatado y que coloca a Bernard, Albert y un tercer personaje llamado Robert Castín (Karl Hoffmann) al punto de un ataque cardíaco cuando las bellas prometidas aparecen. En el primer acto, Bernard está desayunando con Gloria “la americana” (Alexandra Braun), quien viste un traje rojo vivo y habla con acento americano, soltando frases en inglés en su alegre hablar, y quien es la primera en darle la noticia de que la transferirán al Boeing. En eso llega su viejo amigo Robert Castín, un personaje torpe y aparentemente ingenuo que saluda a cada una de las chicas levantando su sombrero, y con una sonrisa tonta, diciendo: “¿Qué tal? Soy de Aix” [Aix-en-Provence]. Sin embargo, no sólo no es tan tímido como aparenta sino que tratando de ayudar a Bernard para que no lo descubran, aprovecha la oportunidad para también conquistar a las azafatas, especialmente  a Gretchen “la alemana” (Catherina Cardozo), quien llega de tercera y representa a la mujer dominatrix.

Toda esta farsa y aspavientos empiezan con la aparición de la segunda mujer de Bernard, Gabriella “la italiana” (Norymar García), escandalosa pero muy amorosa, quien divinamente aparece alegrando la sala con el Mambo italiano (versión Rosemary Clooney), hablando con acento y palabras en italiano. Es entre ella y Bernard que se avista el verdadero amor. A partir de ese momento es que se complica el sistema de poligamia de “precisión casi poética” del clásico y chic arquitecto.  Desde su llegada, la casa de Bernard se convierte en una especie de aeropuerto donde entran y salen, se pelean por los cuartos, por el baño y donde nada tiene sentido para las tres azafatas, que viven su propia historia y consideran que son las únicas, dueñas y señoras de la casa.

La obra es muy divertida, pero su lección es muy clara. Si un “doble-play” es estresante para un hombre, peor aún es un “triple-play”, así las incautas mujeres supuestamente nunca lleguen a coincidir, porque con Boeing o sin Boeing, tarde o temprano, las engañadas mujeres coincidirán y todo se descubrirá.