El pasado viernes, Teatrex El Hatillo estrenó la función Bang bang y somos historia, una pieza dirigida por Daniel Uribe en donde la audiencia forma parte de la obra. La pieza no sólo es humor sino que también incluye una voz de conciencia sobre cómo está la sociedad venezolana.
Por SARA KAFROUNI
Fotografía NELSON AGELVIS
Sonny: Señores se acabó la función. Esto será un trámite bastante corto en la medida en que colaboren con nosotros. Así que nadie se haga el héroe. ¿Entendido?
Billy: Bueno señores, el teatro está tomado. Las puertas están trancadas y los teléfonos están cortados. Nadie entra y nadie sale, es así de sencillo. Esto está pasando. Esto no es ninguna broma señores.
Así inició la hora y media del secuestro humorístico perpetrado en Teatrex El Hatillo la semana pasada por tres hermanos muy caraduras. El secuestro fue titulado como Bang Bang y somos historia ya que los hermanos Sonny (Roberto Lamarca), Billy (Guillermo Canache) y Joe (Juan Belgrave) irrumpieron en una sala de teatro mientras el actor Gabriel Blanco interpretaba el soliloquio existencialista Sueña el rey que es rey del texto La vida es sueño de Pedro Calderon de la Barca, estrenado en 1635 y que habla sobre la libertad del ser humano, la política de los gobernantes y la concepción de la vida como un sueño, sueños individuales por los que esos tres hermanos decidieron asaltar el teatro: sueños de ser famosos, de pasar a la historia, de ser recordados e incluso ese sueño de Billy de querer ser actor y no serlo por dedicarse a ser un secuestrador.
Bang Bang y somos historia es una pieza original de Martin Gervasoni y Wilfredo Van Broock bajo la dirección Daniel Uribe y que cuenta con venezolanismos, sobre todo de lenguaje, para que sin duda alguna compenetren a los secuestrados con sus secuestradores, llegando incluso a darse una complicidad de no querer que termine el robo para seguir inspeccionando en la psiquis y dramas emocional de cada uno de los delincuentes, pues refleja ese humor de lo absurdo y lo violento al estilo de Quentin Tarantino, donde incluso lo cruel y la ignorancia del trío Sonny, Billy y Joe, pueden jalarte una sonrisa, o en este caso una gran carcajada como si fuesen Curly, Larry y Moe.
Según revelaron los productores de la pieza, el montaje permite tratar a través de esta comedia ligera la problemática de la inseguridad y la agresividad que viven los venezolanos diariamente. Y aunque se esperaba que los actores involucraran al azar a algunas personas de la audiencia en el desarrollo, no fue así, y la audiencia secuestrada respiró tranquila y rió, siendo testigo de las discusiones entre cada uno de los hermanos, que no tenían la inteligencia para terminar lo que habían empezado, dejando el tiempo escaparse con sus sueños de grandeza, como ocurre con aquellas personas cuyos planes igualmente se quedan en sueños, en el letargo de los días sin hacer nada para que esos sueños realmente sean tangibles. Lo mismo ocurre con la sociedades que dejan escapar los sueños de libertad por sumisión y adaptación, tal como lo señala el actor cuando finalmente le habla a los hermanos: “Hace una hora ustedes irrumpieron en este teatro, sabotearon mi función y tienen una hora hablando, hablando de planes, de grandeza, de sueños, pero hablando. Se les fue el tiempo y no hicieron nada. Ahora se les complicó la cosa. ¿Y qué van a hacer? Se rinden; aquí no ha pasado nada”. Luego de esto, el actor comienza a reflexionar sobre toda la situación, incluso la del país, cuando dice “Eso es lo que pasa en este país que todo el mundo se rinde, todo el mundo se queda callado, aceptando todo. Una hora escuchándolo señor Sonny, planes y planes… ¿Y dónde están los hechos?”.
Las reacciones de la audiencia fueron más hacia la risa y el entretenimiento ligero que hacía el lado analítico de la obra, que lo tiene si uno lo busca. Para algunos, el serio final con reflexiones políticas fue forzado, pero a otros les agradó, sintiendo que le daba un toque de profundidad a lo que de otra manera era una noche de risas con el respetado Roberto Lamarca, quien con la mera reminiscencia de su papel como el Dr. Valerio en Por Estas Calles, ya suscitaba risas entre la audiencia, especialmente cuando por los parlantes se oían sus pensamientos como en aquella emblemática novela. El comediante Guillermo Canache se lució metiéndose de lleno en su rol, pasando del malandreo al melodrama humorístico de una forma admirable. El joven actor Juan Belgrave, en su papel del tonto hermano menor, igualmente se destacó con su histrionismo cómico, con expresiones faciales parecidas a las de Jerry Lewis en su años mozos. En fin, una obra entretenida, diferente y con su pequeña dosis de seriedad y pensamiento político para los que sienten culpa al reír cuando en el país otros lloran.