
Publicado en la revista Zeta el 1 de febero de 2013
En el piso 23 de la torre BOD Corp Banca en Caracas se estará presentando hasta el 24 de febrero la obra La Ratonera, de Agatha Christie, la pieza teatral más vista de todos los tiempos, en versión producida por Nohely Arteaga y Catherina Cardozo, bajo la dirección de Vladimir Vera
Por SARA KAFROUNI
En una maravillosa capsula del tiempo se transforma la sala Penthouse del Centro Cultural BOD Corp Banca. En un ambiente donde el vacío en la altura es lo único que te conecta con el presente, el piso 23 ya se encuentra preparado, y justo a las 6 de la tarde la mansión antigua Monkswell Manor da la bienvenida a sus huéspedes. En ella, dos ventanales que dan al frente, a través de ellos una nevada tormentosa, en todo el centro una sala principal, donde se desarrollará La Ratonera, con mobiliario que busca representar un ambiente inglés victoriano: un ceibó de noble madera con un viejo radio estilo Telefunken arriba, un gran perchero, poltronas de amplio espaldar, un viejo teléfono de caja colgado en la pared, delante de la chimenea abierta una butaca estilo victoriano y al lado derecho del salón principal, una pequeña biblioteca equipada con libros antiguos, que aunque el público no los puede distinguir, están todos en inglés, con el típico desgaste de hojas pálidas y cubiertas raídas. Al otro lado, justo en el ala izquierda, está una pequeña sala de estar, adornada con un elegante reloj de piso, donde hace mucho frío y donde posteriormente la señora Boyle, uno de los personajes, obstinada escribe algunas de sus cartas porque como no soporta nada ni a nadie, tiene que estar abandonando cada lugar en la mediad en que los huéspedes salen de sus habitaciones. En esta oportunidad, los 400 metros cuadrados de la sala del BOD distribuyen la escenografía en una alineación de 180 grados frente al público, una especie de cómplices que desde su entrada se hicieron eco de la intriga de esta historia con la melodía de la canción infantil Three Blind Mice [tres ratones ciegos]— nombre original de la Ratonera, pero que luego tuvo que ser cambiado porque Emile Littler ya había escrito una obra con este nombre.

Esta pieza, narrada en dos actos, inicia con el personaje de Mollie Ralston (Malena González), quien alegre e ingenua llega ansiosa por calentarse en la chimenea, y mientras se acomoda, enciende la radio justo en la emisora que transmite la noticia de que en Culver Street, Paddington, alguien ha asesinado a la señora Maureen Lyon, informando además que solo se sabía que el asesino llevaba un abrigo oscuro, sombrero de fieltro y bufanda de color claro. Mientras Mollie escucha la noticia llega su esposo Giles Ralston (Gerardo Soto), quien la saluda y conversan, y Giles asegura que posiblemente quedarán aislados por la tormenta de nieve que había. Pronto empiezan a llegar los huéspedes. Primero, el joven Christopher Wren (Nacho Huett) con una adaptación que le agrega la comicidad característica que los venezolanos esperan. En la pieza original el personaje de Wren es un joven alegre y conversador, al que le gusta el diseño, las antigüedades originales y la cocina, pero en esta adaptación, aunque se mantienen los elementos principales, se acentúan los amaneramientos de Christopher Wren, los cuales los otros personajes perciben y hasta se mofan de ello disimuladamente, tanto que uno se imagina a los señores ingleses pensando un muy criollo “ay papá”, lo que crea un vínculo inmediato entre la audiencia y los personajes, llenando la sala de carcajadas estruendosas que se difuminan luego con el suspenso del crimen. Sin embargo, este elemento hacia el final de la obra pareciera perder sentido cuando Giles acusa a Mollie de engañarlo con el joven Wren, pero el público ni se percata de ello y más bien se burlan de lo ingenuo que es Giles al no notar la aparentemente clara inclinación sexual del joven.
Los huéspedes continúan llegando, sigue la señora Boyle, interpretada deliciosamente por Flor Elena González, una mujer de clase media-alta, muy quejona, de mal carácter y que difícilmente logra ser complacida; detrás de ella se aproxima el mayor Metcalf (Gonzalo Velutini), un hombre de mediana edad, militar y al parecer aficionado a la arquitectura. La última de los huéspedes es la señorita Casewell, interpretada a cabalidad por la actriz Stephanie Cardone, quien es una mujer de 24 años con características masculinas, de comportamiento rudo, tosco, burlón, con ira retenida, y enigmática. Tanto Giles como Mollie son sorprendidos con la llegada inesperada del Signore Paravicini (Manuel Salazar), un extranjero quien dice haberse atascado en la nieve con su carro Rolls Royce y que solo necesita una cama para dormir. Con conductas osadas, a este personaje le pareciera gustar asustar a las personas, se ríe de todo y además usa maquillaje. Luego de que estos personajes se instalan en Monkswell Manor todo cambia y la estadía de descanso de los personajes se convierte en un tormentoso ciclo donde todos son sospechosos de homicidio tras la llegada de el inspector Trotter (Ignacio Marchena) , quien asegura que en la casa de los Ralston se ha producido un crimen y que se producirán dos crímenes más, en correspondencia con la letra de la canción de los “Tres ratones ciegos” que al parecer era otro elemento usado por el asesino para ejecutar su plan. Durante aproximadamente una hora y 30 minutos, la trama del crimen se desarrolla entre sospechas distribuidas sobre los huéspedes, donde incluso cualquiera de los dueños de la posada pudiera ser el famoso asesino, coincidiendo con las descripciones dadas en la radio. La tensión se acumula con los interrogatorios ejecutados por el inspector Trotter y la duda sobre cada uno de los huéspedes crece con las similitudes, los secretos, la soberbia y lo aparentemente irracional; sin embargo, no es sino hasta luego de dos horas que la audiencia puede descubrir quién es el asesino y quién es el tercer ratón ciego.
Cada uno de los personajes de este elenco personifica los patrones actorales de la escritora Agatha Christie, y se corresponden en una realidad de ensueño literal, circunscrita en un escenario diseñado como lo quiere y escribe Agatha Christie en su obra de 1952, y donde los elementos principales del suspenso y las características psicológicas de los personajes, diestramente manejados por este elenco, conducen las muchas hipótesis posibles del culpable tanto en el público como en el escenario, estimulado por la confusión y la diversidad compleja de los personajes. Esta forma de historia detectivesca, conocida como “whodunit” (Who has done it?) equivalente a “quién fue”, es un estilo de suspenso muy conocido en Venezuela gracias a las telenovelas de Martín Hann, y por eso esta obra agrada al público venezolano de una manera natural.

Pero así como ocurrió desde su estreno, y se mantuvo durante 58 años, el secreto de quién es el asesino seguirá siendo un secreto hasta que asistan a la obra y sean partícipes de la conspiración de Agatha Christie en La Ratonera. Pues fue la escritora quien estableció una clausula en la licencia de esta obra que exigía que luego de cada presentación se le pidiera al público no revelar el secreto del asesino, para mantener viva la obra durante mucho tiempo, o al menos los ocho meses que ella esperaba. En el 2012, esta obra cumplió 60 años desde que se estrenó en el mítico West End de Londres en 1952 y que ininterrumpidamente ha sido representada hasta hoy día, no sólo en el West End sino en todo el planeta, haciendo de La Ratonera la obra más vista y más actuada en el mundo.
Según se conoce, Agatha Christie escribió esta pieza inspirada en el caso del niño Dennis O’Neill, quien murió en una granja inglesa por los golpes y hambruna que le propinaron sus padres adoptivos en 1945. La Ratonera no solo es una historia detectivesca sino que de alguna manera trata el delicado tema de las adopciones como forma de esclavitud en la antigua Inglaterra.